Desde que existe la tecnología el hombre ha jugado continuamente a ser dios. Nunca ha salido bien. En todas las películas que el género cinematográfico ha llevado acabo sobre las máquinas y los humanos, no encontramos ninguna que no haya llevado al drama de la elección o el condicionamiento a la pregunta que establece donde esta límite para saber cuándo una maquina pasa a ser considerado como un humano.
Autómata nos muestra una nueva versión donde los humanos han evolucionado hasta aniquilar casi por completo el mundo. La solución, crear maquinas que los ayudasen a sobrevivir, que pudiesen salvarlos. Máquinas regidas por dos protocolos básicos, totalmente inquebrantables. Cuando las máquinas comienzan a adquirir lo que se llama conciencia propia, comienzas los problemas, el afán por destruirlas, y las dudas sobre su existencia.
Al igual que muchas otras películas que tratan el tema, máquinas y humanos, la médula de la película se forma en torno a un protagonista principal, interpretado en este caso por Antonio Banderas. Cansado de su trabajo, Jacq Vaucan, nuestro protagonista, se ve envuelto en un compromiso donde deberá averiguar que está ocurriendo con las máquinas, pues estas han comenzado a invalidad uno de los protocolos básicos que las sustentan. ¿Dónde está el límite de una máquina que no está condicionada por los dos protocolos que mantienen a salvo a los humanos? Una pregunta que frecuentará el largometraje más de una vez.
En la hora y cincuenta minutos que dura la película, nos da tiempo a descubrir porque las máquinas muchas veces son más humanas de lo que el propio hombre quiere ver. Los deseos, los remordimientos, la búsqueda de un lugar donde pueda haber futuro nos d ¡a la clave para descubrir que la culpa de la destrucción del mundo es únicamente del ser humano, que ha ido consumiendo el planeta hasta que su extinción esta próxima. Una de las maquinas con las que nuestro protagonista se cruza, ha desarrollado mente propia, posee opción de elegir, lo que llamamos libre albedrio. Esta máquina nos transmite el deseo de vivir, de transmitir el legado que dejaran los humanos, pues al fin y al cabo las máquinas fueron creadas y esculpidas por el hombre, imaginadas por seres que ahora pretenden exterminarlas. “Sobrevivir no es relevante. Vivir, si lo es” esa es la frase que más pesa en toda la película, y más si es dicha por una de las máquinas.
Antonio Banderas, un actor español muy conocido por sus trabajos, ha conseguido una vez más sumergirnos en la realidad que pude llegar a tener esta película. ¿Dónde está el límite para una maquina? El mismo que el de un humano, pero incluso mucho más allá de todo lo que esta pueda imaginar, ¿Por qué condicionarlas entonces? En la película vemos el miedo ante las máquinas, la forma de tratar de utilizarlas, sin embargo tal y como el hombre apareció, las máquinas tomaron conciencia.
Por otra parte Jacq Vaucan, nuestro protagonista, se pasa la película entera soñando con poder darles un futuro a su mujer y a la hija que esta traerá al mundo en poco tiempo. Es un hombre que esta demasiado cansado y odia lo que el hombre le ha hecho al mundo, soñando con volver al único lugar donde el cree que podrían tener una vida mejor, anhelando el mar continuamente.
En lo referente los efectos especiales, encontramos a unos autómatas poco desarrollados. No tenemos las máquinas que andan igual de rápido que un humano o aquellas que están estilizadas y son gráciles y elegantes. Por el contrario tenemos maquinas simples, con los mínimos circuitos, torpes en ocasiones y no muy desarrolladas, lo que contrasta mucho a la hora del desarrollo que llegan a tener interiormente. Haciendo que el espectador se plantee quien es en ocasiones la máquina y quien el humano.
Una nueva versión de como el hombre puede llegar a rechazar lo que el mismo ha creado, con un final apropiado y un desarrollo entretenido. Si bien no es una película que vaya a ser recordada durante mucho tiempo, si es una que muestra lo mejor y lo peor de un ser humano, mostrándonos continuamente donde está el límite que no deberíamos propasar, y saber cuales son las consecuencias de hacerlo.
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